Trabajo como vendedora y cajera en una tienda de telas de lujo llamada Cadena. Esta es una empresa española que decidió apostar por mi pequeño país en vías de desarrollo para intentar darle a la mujer limeña estilo europeón y chic.
Pero muy aparte de lo que yo opine, debo reconocer que me encantan las cositas que traen -oh, sí, tengo mi lado fashion-.
Entré a laborar en este hermoso antro de "fabulosidad" justo cuando terminaron mis vacaciones: el 10 de Abril. Reconozco que fue un halo de esperanza a mi misérrima existencia. Me pasé casi cuatro meses en estado de hongo; pasando mis días enteros en casa, sentada en mi silla rota del cuarto de computadora y baboseando mi ser en Facebook y otra páginas de putrefacción mental -no porno-.
No veo televisión, pero hay una serie que me encanta. Se llama The Walking Dead, y la daban todos los martes de verano. Mi ritual era juntarme con mi flaco para ver cada capítulo nuevo. Geniales la historia y los personajes, pero lo malo es que terminó la temporada y tengo que esperar (im)paciente hasta octubre para ver los nuevos episodios.
Por ahora le dedico todo mi tiempo libre a ver películas y leer libros. La primera actividad la comparto con mi flaco. Los fines -como hacíamos con The Walking- nos juntamos para ver todo tipo de películas. La última que vimos fue Kill Bill. Ya la habíamos visto antes, pero queríamos hacer maratón en honor a la tele nueva que se compró. De por sí, todo lo que tenga que ver con Tarantino me parece pajaza, así que no importa cuántas veces vea sus pelas, nunca me aburriré.
La segunda cosa que hago cuando no estoy estresada en el trabajo o matándome de risa en las clases, es leer. Actualmente ando leyendo el libro Travesuras de la niña mala, de Mario Vargas Llosa. Voy por el tercer capítulo: Retratista de caballos en el swinging London. Planeo terminar de leer este libro cueste lo que cueste; y es que, desde el año pasado, vengo cargando una especie de maldición: no puedo terminar los libros. Pienso que todo empezó con Mi Planta de Naranja Lima, porque desde el fatídico día en el que olvidé que tenía que terminar de leerlo, no he podido terminar ningún otro libro.
Pero para no hacerme ideas locas -a esta avanzada edad, mi cerebro no soporta locuras después de las 6-, dejaré el tema comentando sobre una radio que me encanta escuchar por sus oldies: Radio Mágica. Cada vez que la sintonizo y escucho a toda esa gente muerta cantar canciones como Strangers in the night, Baby, she's got it, Summer wine, Love me tender, entre otras, mi cerebro proyecta imágenes de mujeres con falditas mundo, chicas jóvenes en minis y botas blancas, hippies, rockeros de antaño y a flacos con pantalones campana metiéndose sustancias "psicodélicas". Adoro limpiar mi casa mientras bailo con los tunes más prendidos de la radio.
Vivo en Surco, por el Trigal -que ya no es Trigal-. Me gusta la zona por lo tranquila que es y lo cerquita que me queda de todo. Claro, debo confesar que me gustaría más si viviera en Barranco o Miraflores, en una casita con pisos de madera que crujen al caminar; pero por ahora, me conformo con lo que hay. En mi cuarto, tengo un cajón en el que ya no entra toda la ropa que tengo. Me gusta como me visto, aunque podría mejorar. Lo importante ahora, porque antes no lo era, es sentirme cómoda. Cero tacos a menos que sea una situación de fuerza mayor. Eso sí, muchas flores, muchos lunares, muchas rayas. En invierno, el negro y los botines tipo cachaco son un básico para mí.
Finalmente, solo puedo agregar lo mucho que me gusta la carrera de comunicaciones. Ahora sí tengo esa seguridad con la que no contaba hace cinco años (cuando salí del cole) y que me hace sentir que escogí bien. De mi primera carrera guardo todo lo que aprendí -sobre todo mi estilo de vestir- y mi amor por lo clásico. Ahora solo quiero aprender todo lo que sea posible. Espero poder realizar mi meta de trabajar en una revista. No interesa si es de moda -aunque de serlo, haría muy feliz a mis viejos-, lo que importa es que pueda adquirir mucha experiencia y, si es posible, escribir.