Gabriel García Márquez es mi escritor favorito. El
primer libro que leí de él fue ‘Doce Cuentos Peregrinos’, una compilación de
cuentos cortos que de inmediato te hacen pescar el estilo único del autor.
Fue
regalo de un amigo de mi madre, a quien yo estimo mucho. Él es un hombre ya
mayor, amante de la literatura en todas sus ramas, que desafortunadamente se ha
quedado ciego.
Aunque el motivo por el cual me encanta tanto García Márquez
quizás no sea el más extraordinario, es para mí el más significativo. Sus
relatos llenos de leyendas y creencias populares me acercan a mundos paralelos que
me apartan de mi, a veces estresante, realidad. La sensualidad de sus
personajes y la descripción minuciosa me internan en esas historias llenas de
color y suspenso. Además, cada vez que
compro un libro de él recuerdo a mi querido amigo, a quien le debo tanto el
haberme sumergido en este maravilloso mundo de la literatura.
Tanto el escritor
como el ancianito forman parte del relato de mi vida y aunque es probable que
yo nunca sea una escritora famosa como Gabriel, jamás dejaré de leer sus
relatos y dejarme llevar por la magia que despierta en mí.
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