"La vida no es más que un instante entre dos eternidades". La madre de mi profesor solía repetirle continuamente esta frase. Él reflexiona respecto a ella, debido a las recientes circunstancias.
La inmediatez de la vida hace que preguntarnos por cuestiones esenciales -especialmente sobre nuestro propio ser- se vuelva cada vez menos común. Al cuestionarnos sobre lo que somos llegamos a la conclusión de que no lo sabemos, pero que tenemos que averiguarlo. Como nosotros, hay otros que también buscan entenderse. Esto afirma que todos nos encontramos viviendo en un presente que es solo tránsito entre el pasado y el porvenir.
De esta manera tenemos al pasado como algo inmodificable; algo que nos convierte en su producto. Y, por otro lado, tenemos al futuro. El terreno de lo posible y de lo impensado. Este nos convierte en hacedores de nuestro porvenir.
Debemos, entonces, ser conscientes de lo efímero del presente para poder tomar las riendas de nuestro destino. Así, contestar la pregunta sobre nuestro propio ser no resulta en una tarea fácil, pero asumiendo esto, vamos por buen camino.
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