En un noche como cualquiera, un joven miraflorino que aspiraba a ser escritor se encontraba tratando de terminar un cuento. De pronto, el maullido de un gato que estaba posado en su ventana lo hizo perder la concentración. Abrió la ventana con la intención de que el felino se fuera y así pudo continuar escribiendo. Pero el gato volvió a inquietarlo con su maullido, y por más intentos que el joven hacía para ahuyentarlo, el gato siempre volvía para molestarlo. Harto por fin, agarró el pisapapeles que tenía en su cajón y se lo lanzó al animal. A la mañana siguiente, mientras le narraba a sus padres el pequeño incidente, recordó que su pisapapeles se había quedado en el techo de la vecina de al lado. Fue presuroso a intentar recuperarlo, pero por más que buscó, no encontró nada.
Diez años después, el joven, ahora convertido en un famoso escritor y coleccionista de antigüedades, se encontraba caminando por las calles de París en búsqueda de un nuevo artículo para su colección. Así fue como encontró una tienda que no había visto antes -apesar de conocer París como la palma de su mano-. Al entrar le llamó la atención el vendedor; un tipo gordo. Sin embargo, su mayor sorpresa fue descubrir entre los cachivaches su viejo pisapapeles, el que creía perdido hace mucho. Al increparle al gordinflón, este le respondió: "¿Cómo, ya no te acuerdas? Tú lo tiraste".
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