Llegué a Berlín porque sabía que aquí residía mi hermana, "La Gringa Loca". Mi madre me obligó. Y yo le prometí que vendría a verla en cuanto ella me pagara el pasaje. Me pidió que le besara el anillo en señal de que lo haría, pues ella no me dejaba tranquila y yo estaba harta de escucharla. "No dejes de visitarla -me dijo. Vive en tal dirección y su casa es de este color. Estoy segura de que se pondrá feliz de verte." Entonces no puede hacer otra cosa sino decirle que así sería, y de tanto repetírselo se lo seguí repitiendo aun después de que la lengua se me adormeciera por tantas promesas que le hice ese día y que hoy ya no recuerdo.
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